Más de 500 presas en el país ya cumplieron su ciclo de vida útil, casi todas carecen de mantenimiento y -a decir de especialistas en el tema- contribuyen al cambio climático. Sin embargo, el gobierno federal le da prioridad a la generación de energía y mantiene los embalses llenos sin importarle los efectos catastróficos que los desbordamientos y desfogues, así como el manejo turbio de los fondos y recursos hídricos sobre las comunidades. Las consecuencias ya se vieron en Nuevo León y Tamaulipas, igual que en Tabasco y Veracruz en esta temporada de huracanes. Y todavía se planea construir más embalses sin planes de contingencia. Las recientes inundaciones en varios estados del país han hecho evidente uno de muchos problemas: 500 de las mayores presas mexicanas llegaron al fin de su vida útil; sus cortinas tienen fisuras y por la sedimentación, su capacidad de captación y almacenaje se ha reducido incluso hasta 50%. A esa conclusión llegan investigadores ambientalistas, especialistas en la construcción, operación y administración de las presas en México, como Gustavo Castro Soto, de la Asociación Otros Mundos, y el jalisciense Juan Pablo Soler Villamizar, quienes llevan un seguimiento de las presas existentes y de las que están por licitarse y construirse en el país.
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