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Una nueva generación de robots promete precisión y eficiencia. También abre la puerta a riesgos de ciberespionaje

El movimiento del brazo robótico parece impecable: cada giro, cada pinza, cada desplazamiento ocurre con la precisión de un metrónomo. Sin embargo, mientras esas acciones transmiten confianza en un hospital o en una fábrica, en segundo plano se dibuja otra historia. Los comandos, aunque cifrados, dejan traslucir ritmos y pausas en el tráfico que viaja por la red. Esos patrones, invisibles a simple vista, en muchos casos permiten deducir la tarea ejecutada. La misma exactitud que aplaudimos en el robot puede convertirse en un rastro para observadores externos.

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