Un impulso con las piernas fuerte y, con el impacto del agua en la frente, parece que la angustia se desvanece. Al nadar, parece que la necesidad constante de pensar se evapora. No es casualidad. Por el contrario, un estudio reciente reveló que el ejercicio aeróbico que implica la natación estimula al cerebro de manera que las conexiones neuronales se agilizan y fortalecen. Ésta es la razón.
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