Una gota de sudor frío recorre tu frente y se te encienden las mejillas. Te tiemblan las manos. Sientes cómo tu corazón late a toda velocidad. Carraspeas, pero tu voz se quiebra. El pánico escénico te bloquea.
En tu cabeza, tratas de mantener una conversación silenciosa con tu subconsciente: «Todo va a ir bien», te dices. Pero no te lo crees. Te da miedo quedarte en blanco, hacer el ridículo.
Esta escena es más habitual de lo que muchos creen. Es el miedo a hablar en público -que los psicólogos llaman glosofobia– y que nos hace sentir vulnerables.
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