En los últimos años los mexicanos hemos sido invadidos por un mal cuya “cura” ha beneficiado al mercado de lujo, educativo, de mascotas y de bienestar emocional: la insatisfacción.
A los 32 años de edad Rosana Lomelí contaba con un excelente puesto de trabajo que le permitía viajar dos veces al año, pagar el alquiler de un departamento en una zona residencial, cambiar de auto cada año y vestir siguiendo las tendencias de la moda. Era dueña de un cuerpo moldeado en el gimnasio y una alimentación 100% orgánica, porque “el resto de las comidas me producían náuseas”, decía.
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