Hasta hace unos días, Travis Kalanick, director ejecutivo de Uber y uno de sus fundadores, manejaba por completo su empresa.
Desde que Steve Jobs fue destituido de Apple en la década de 1980, los directivos de las empresas tecnológicas le han exigido (y se les ha concedido) una enorme autonomía a los inversores y las juntas directivas. Es por eso que, pese a las sucesivas olas de escándalos que afectaron a Uber, la posición de Kalanick parecía ser muy segura.
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