Los estudiantes permanecieron de pie, en silencio, al lado del podio, escuchando a su profesor presentar el trabajo que habían hecho en una conferencia.
Era una escena poco común: usualmente, los estudiantes mismos se bañaban en la gloria tras sus esfuerzos. Y eso era lo que habían querido hacer, hasta hacía un par de días. Pero sus familias los convencieron de que no valía la pena arriesgarse.
Unas semanas antes, estos investigadores de la Universidad de Stanford habían recibido una carta perturbadora de una oscura agencia del gobierno de Estados Unidos (más sobre esto adelante).
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