Imagínese dos relojes muy precisos y en un principio sincronizados, uno al ras del suelo y otro en un satélite en órbita. Pasado un rato nos daremos cuenta de que el del suelo va más despacio porque la fuerza de la gravedad es aquí mayor: el tiempo se «deforma» en presencia de una gran concentración de masa.
Esta es una de las reglas que describe la Teoría General de la Relatividad del alemán Albert Einstein, de la que ahora se cumplen cien años, y que cambió, junto a la Teoría de la Relatividad Especial, los principios de la física establecida hasta el momento.
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