El consejo apenas pudo contener la furia. Un crecido Steve Ballmer había puesto sobre la mesa una cifra irrisoria para hacerse con la división de dispositivos móviles y servicios de Nokia y aquello era un ultraje inaceptable. Los fríos finlandeses se revolvieron en sus asientos y espetaron al contundente CEO de Microsoft la frase planetaria. Es uno de los jugosos detalles a los que ha tenido acceso el New York Times de los secretos entresijos y tortuosos caminos que ambas firmas han tenido que recorrer para rubricar uno de los acuerdos más sonados de la década.
Hay un poco de todo: tensión, tragedia, comedia, y hasta la sangre de Ballmer corriendo a borbotones, y no lo decimos en sentido figurado. Fuentes implicadas en todo el proceso y que por descontado, quieren permanecer en el anonimato, se han ido de la lengua ante el columnista Nick Wingfield en una historia que podría servir de guión para una película. Ah, y para los defensores de la teoría del Caballo de Troya, el relato deja claro que Nokia fue un feroz negociador que supo mantener el pulso y consiguió unas condiciones muy beneficiosas para la firma.
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