En todos los dramas médicos la escena es la misma: el cirujano coloca cuidadosamente el delicado órgano en una hielera y cierra de golpe la tapa. El equipo de trasplantes corre hacia la puerta, con la esperanza de llegar a tiempo con su paciente.
Esa velocidad no es solo para lograr un efecto dramático. Los equipos de trasplantes se apresuran porque tienen menos de ocho horas para transportar el órgano a la sala de operaciones, prepararlo para la cirugía e implantarlo en el cuerpo del paciente.
“Si pasa más tiempo, hay una lesión significativa en el órgano que lo hace inutilizable”, dijo el médico Abbas Ardehali, director del programa de trasplantes de corazón y pulmones de la Universidad de California (UCLA), en Estados Unidos.
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