A principios de marzo, una ola de desconfianza ante la vacuna contra COVID-19 de AstraZeneca se apoderó de Europa. Después de que Dinamarca, Noruega e Islandia detuvieron su aplicación masiva argumentando la aparición de casos de trombosis como un efecto secundario grave, 16 países de la UE decidieron frenar por completo la vacunación con este biológico.
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