A la señorita que acaba de ofrecerme bolsas de multivitamínicos por vía intravenosa se le desencaja la quijada cuando le pregunto si Cofepris avala el procedimiento.
Notablemente contrariada, dice que tiene un permiso, pero que no puede mostrarlo. Su ceja de frunce todavía más cuando la recepcionista del spa Reviv le dice que lo tiene justo a un lado de su escritorio. Cinco segundos de charla a susurros entre ellas, y deciden extenderme una copia, con la advertencia de que no he de poder sacarle foto.
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