Millones de personas, la mayoría en el “anillo de fuego” situado a lo largo de la cuenca del Océano Pacífico, viven en zonas donde la probabilidad de que se produzca un terremoto es parte de su vida diaria.
Pero, a menudo, carecen de una infraestructura antisísmica adecuada, siendo más vulnerables a estos desastres naturales.
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