Durante años se pensó que la prueba del coeficiente intelectual (IQ, por sus siglas en inglés), que mide la memoria, el pensamiento analítico y la capacidad matemática, era una de las mejores formas de predecir nuestras perspectivas de trabajo futuras.
Más recientemente, se ha prestado mayor atención a la inteligencia emocional (EQ, por sus siglas en inglés), caracterizada como un conjunto de habilidades interpersonales, de autorregulación y comunicación.
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