Son las 7 de la mañana. Te despiertas, consultas el teléfono y observas con estupor la bandeja de entrada de tu correo electrónico, rebosante de emails del trabajo. Solo pensarlo te da escalofríos.
Poco después, suena tu teléfono. Esta vez es un amigo por WhatsApp «¿No recibiste aquel mensaje que envié anoche? ¿No estabas conectado?», te reclama. ¡Deberías estar siempre online!, le faltó decir.
Si estas situaciones te resultan familiares —y vienen acompañadas de una sensación de ansiedad casi palpable— es muy probable que seas un «tecnoestresado».
El estrés tecnológico no es nuevo, pero cada vez es más frecuente.
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