«Antes de tener la planta de tratamiento la gente tenía sólo agua de río y se la tomaba tal cual. Había muchas enfermedades». «Ahora usan agua potable de la propia llave».
Así lo cuenta Ramón Ribera, quien preside la junta de agua de su comunidad, Támara, situada 25 km al norte de la capital hondureña, Tegucigalpa. Y es la propia comunidad la que opera la planta que cambió la vida de sus cerca de 6.500 habitantes.
Pero la tecnología innovadora que utiliza nació en un laboratorio de la prestigiosa Universidad de Cornell, en Estados Unidos.
La de Támara es una de las plantas de tratamiento construidas en Honduras por AguaClara, un proyecto que ha permitido, sin necesidad de electricidad, proveer agua potable a más de 60.000 personas en el país centroamericano. Y la iniciativa se está expandiendo a Nicaragua e India.
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