Carl Rodrigues dice que su familia y amigos creyeron que se había vuelto loco.
«Todos pensaron que estaba demente», cuenta. «Decían: ‘¿qué le pasa? ¿está teniendo un momento hippie?'».
Rodrigues, un exitoso consultor tecnológico, se había despertado un día y había decidido renunciar a su trabajo.
En vez de hacer su lucrativo empleo asesorando a otros, resolvió que se retiraría a su sótano para desarrollar un exitoso producto de computación.
El problema -no menor- es que no tenía ni una sola idea.
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