Irina Khoroshko, de la ciudad de Zelenograd, muy cerca de Moscú, aprendió las tablas de multiplicar a la edad de cinco años.
Su talento precoz, alentado por una familia fanática por las matemáticas y una profesora que transformaba cada lección en un gigantesco juego de resolución de problemas, la llevó a obtener un diploma en matemática económica en la prestigiosa Universidad de Economía de Plekhanov, en Rusia.
«Mi tutor me enseñó el poder de los números y los cálculos y cómo te dan la capacidad de predecir las cosas. En ese sentido, la matemática siempre se sentía como algo mágico», dice.
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