El robot -un carrito blanquinegro de medio metro de altura- avanza solo por la acera nevada de la capital estonia, sortea a los peatones y, como un buen ciudadano, se para en el semáforo en rojo antes de cruzar la calle y llevar el almuerzo a una clienta.
Atraviesa la calle con el semáforo en verde pero, como no tiene brazos, es incapaz de pulsar el botón de cruce.
Los inventores de Starship Technologies enseñaron a sus aparatos a esquivar los semáforos dirigidos por pulsadores y los equipan con micrófonos y altavoces para que se comuniquen con los transeúntes.
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