Hace algunos días, compré un billete de avión por internet.
Poco después, cuando entré en mi cuenta de Facebook, me sorprendí al comprobar cómo la red social me mostraba anuncios sobre el lugar al que voy a viajar.
Pero eso no fue todo.
YouTube también me sugirió varios videos sobre mi nuevo destino vacacional.
Y, cuando reservé el alojamiento a través de una página web, recibí un anuncio en mi cuenta de Gmail con promociones exclusivas para ese mismo viaje.
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