Dylan Thuras nació en lo que califica como un lugar «extraño»: el mid-west estadounidense. De niño sus padres le llevaron a lugares como la Casa de la Roca o el Palacio del Maíz, visitas que imprimen carácter. Luego, siendo ya un adolescente aburrido y rebelde, le cogió el gusto a merodear por los edificios abandonados de Minneapolis y se enamoró de todos esos lugares abandonados y olvidados que nos rodean. Acabó recalando en Budapest, donde vivió casi un año fascinado por el este de Europa y los Balcanes. «Me di cuenta de cuánta historia y cuántas asombrosas colecciones, museos y lugares permanecen desconocidos para la mayor parte del mundo, incluidos sus propios vecinos».
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