La felicidad, la tristeza, la ira y el asco, entre otras emociones, duran como máximo 25 minutos, pues desde el momento en el que se experimentan, el cerebro las atenúa gracias a su capacidad para desensibilizarse.
Este proceso biológico se puede ver afectado por aspectos psicológicos y sociales en una persona, de ahí que para algunos sea más difícil superar pérdidas o querer prolongar la felicidad, cuando esta ya terminó.
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