Lo único que interrumpe los arbustos y mezquites que salpican las zonas más remotas del desierto de Nuevo México es una prístina pista de despegue desde la que Virgin Galactic espera lanzar algún día la primera línea comercial de vuelos espaciales.
En los cuatro años desde que se completó la pista, sin embargo, ha tenido poco uso. No hay un sonido constante de motores. No se oye el chirrido de los trenes de aterrizaje. Tan sólo promesas, año tras año, de que conducirá a los pasajeros a las fronteras de la Tierra.
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