La vida en línea puede ser más sencilla, pero también más peligrosa. Los datos digitales, que muchos hacen accesibles mediante redes sociales, servicios de correos electrónicos o programas de mensajería, permanecen protegidos en la medida en que nadie muestre interés en robarlos.
A estas alturas, luego de los casos de WikiLeaks, el robo de fotografías íntimas de distintas celebridades, o hasta el hackeo del que fueron víctimas en los estudios Sony, queda claro que nadie está a salvo y que cualquiera, sin importar el contenido de sus equipos, puede ser sujeto de un robo de información.
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