Si alguien no sólo en México sino en el mundo tiene credenciales para hablar de los perjuicios que ya está ocasionando el calentamiento global, y de la importancia de invertir en la investigación científica, ese es Mario Molina, el primer y único mexicano que hasta ahora ha ganado el premio Nobel de Química.
Lo logró hace ya casi 20 años, en 1995, por ser junto con los científicos Paul J. Crutzen y F. Sherwood Rowland, los que identificaron los gases cloroflourocarbonos, conocidos por sus siglas CFC, y explicaron luego cómo estas emisiones constituyen una amenaza para la capa de ozono de la Tierra.
Este mexicano universal, estuvo ayer nuevamente en Guadalajara, ahora como invitado de honor de la Universidad Panamericana para inaugurar su nuevo poliforum, que utilizarán para fomentar el deporte, la cultura y las artes entre su comunidad universitaria. Antes fue recibido por el gobernador Jorge Aristóteles Sandoval, quien tuvo el acierto de acudir a escuchar íntegra la conferencia que dio en la UP, sobre el calentamiento global y la importancia de la investigación científica en las universidades.
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