Puede parecer una remolacha, pero las semillas lo delatan: el tomate es el producto de años de trabajo de 300 científicos, coordinados por el Centro John Innes de Norwich (Inglaterra). Según informa el ABC de España, los investigadores tomaron dos genes de la dragoniana, una planta mediterránea, y los introdujeron en la tomatera. Ahora los tomates producen antocianina, un antioxidante beneficioso en la prevención del cáncer, muy presente en zarzamoras, arándanos o frambuesas.
No es que el tomate clásico carezca de los genes necesarios para generar esos antioxidantes; solo pasa que están inactivos, y la modificación genética permite que se desarrolle la antocianina. Normalmente, explicaron los científicos, la dieta de la población no contiene cantidad suficiente de este componente. “En el tomate morado tenemos los mismos componentes de estas frutas. La idea es incorporarlos en otros alimentos más accesibles, para que la gente los consuma en cantidades significativas”. explicó a la BBC la profesora Cathie Martin, del John Innes Center.
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