Teclear, releer, pero, en el último instante, el arrepentimiento o la duda y el mensaje no se envía. Una rutina muy común para cualquier internauta, pero que en la red social Facebook tiene su eco, aunque sea internamente. La autocensura es el último objeto de análisis por parte del invento de Mark Zuckerberg. Las cosas que no decimos, pero que se piensan primero y se teclean después en la caja dedicada a cambiar el estado, también se registran en Facebook.
Durante el verano de 2012 Facebook guardó todos los ‘estados fallidos’ de 3,9 millones de usuarios. Facebook no oculta, por ejemplo, que recopile muchos otros datos, como las peticiones de amistad que nunca se aceptan. La intención de la red social es conocer mejor a su público, aunque esto signifique registrar lo que nunca se publica, y entre ello se incluye tratar como «error del servicio» que sus usuarios se autocensuren.
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