Era el año de 1945 y la Segunda Guerra Mundial había terminado. El mundo se dividió en dos bloques que representaban dos tipos de ideología: el fascismo y la democracia, y tras el conflicto aún existía temor de que pensamientos tan extremos como el que desencadenaron dos de los dictadores más sanguinarios de la historia, se siguiesen transmitiendo entre la población.
O al menos eso fue lo que argumentó el bloque soviético cuando decidió dividir Alemania por medio de un muro que levantó para proteger a la población del fascismo, ese demonio que conspiraba para evitar la construcción de un estado socialista en Alemania del Este; pero en realidad la gran muralla sirvió para impedir la migración durante el periodo posterior a la guerra.
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