El gran novelista y divulgador científico Isaac Asimov decía que «la Luna y sus fases dieron al hombre su primer calendario». La afirmación es totalmente cierta, aunque quizás hoy el maestro hubiese podido especificar un poco más: fueron en realidad las mujeres, según apuntan todos los indicios, las primeras ‘sapiens’ interesadas en ayudarse de los astros para medir matemáticamente el tiempo e intentar así ordenar -dominar- la vida.
De todos los orbes que giran en el firmamento, no es de extrañar que la Luna fuese la elegida por nuestros ancestros para inspirar sus primeros calendarios: el satélite terrestre es muy fácil de observar a simple vista, cambia de aspecto todos los días y sus ciclos permiten prever –aunque no con total exactitud- la llegada de una nueva estación, algo que los humanos de la Prehistoria debían tener muy en cuenta si no querían poner en riesgo sus vidas.
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