«Mis nietos me dicen abuelito robot o Ironman; ojalá fuera Ironman», señala en tono divertido José Salvador Pérez Yáñez, un ingeniero civil de 68 años, quien podría pasar por un hombre absolutamente normal.
Ya no ejerce su profesión, pero de manera cotidiana hace ejercicio, conduce su automóvil, acude cuando es necesario al supermercado y disfruta de su familia como cualquier persona.
Pero sus ocho nietos lo llaman «Ironman», porque en una bolsa «cangurera» carga una consola electrónica que regula el corazón artificial implantado el 14 de noviembre de 2012 por médicos del Hospital de Cardiología del Centro Médico Siglo XXI del IMSS.
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