Es madrugada en la hacienda Preto Velho, a solo 80 km de la capital de Brasil, cuando un jaguar salvaje y desprevenido avanza hacia la trampa, se arroja sobre la carnada y cae abatido por un dardo anestésico.
No es una común escena de caza, sino un proyecto científico que implica colocarle un collar con localizador de GPS para salvar al mayor félido de las Américas, en peligro de extinción.
Leer nota completa en: La Jornada