La creencia de que este 21 de diciembre es el fin del mundo, difundida por miles de esotéricos, videntes y uno que otro escritor, inspirado en las supuestas profecías mayas, no solo ha redituado jugosas ganancias, también haciendo un balance, ha dejado cosas positivas.
La civilización maya que tuvo su máximo esplendor antes de la llegada de los españoles, vuelve a ser centro de atención de curiosos, científicos, arqueólogos, antropólogos y astrónomos de todo el mundo.
Leer nota completa en: Milenio