Muchas de las obras que se han hecho bajo el gobierno de Ebrard han resultado no sólo ineficaces para resolver los problemas que debían atacar sino incluso contraproducentes. Un ejemplo es el paso elevado que va de la avenida Revolución a ese punto en Río Mixcoac e Insurgentes en que Pascoe colocó su vuelta inglesa. La obra empeoró de manera significativa los ya habituales congestionamientos de la zona, pero además creó otros nuevos.
Hay obras públicas que, pese a ser molestas, terminan siendo muy útiles. El ejemplo más notable son las líneas de metro. A pesar de la controversia, considero que la Supervía Poniente de la Ciudad de México es un proyecto necesario y sensato. Otras obras, en cambio, parecen simples maniobras para gastar el dinero de los contribuyentes o para otorgar contratos innecesarios a empresas privadas. Este es el caso de la ampliación del segundo piso del Periférico.
Ante dos posibles soluciones, los políticos escogen regularmente la más cara. ¿Para qué hacer una vuelta inglesa si se puede construir un distribuidor vial? ¿Para qué despejar las vialidades aplicando las leyes en los cruces de avenidas si se puede hacer una obra que cueste cientos de millones de pesos
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