Más aún, el estruendo mediático sobre el caso del ex aspirante a la Presidencia de la República, aturdió al respetable de cara a la inaudita declaración del director general de Petróleos Mexicanos, Juan José Suárez Coppel, de que van a pasar tres largos meses para conocer las causas de la catástrofe. A lo mejor para entonces ni quién se acuerde… A quién le importa si en la fase previa se habían detectado 60 tomas clandestinas; a quién le importa si en los ejes del ducto de la tragedia existen aparatos para medir la presión; a quién, la tardanza de auxiliar a los cinco bomberos del poblado…
La «estrategia» es idéntica a la adoptada tras la brutal explosión del 19 de noviembre de 1984 en una terminal de almacenamiento de gas LP de Pemex en San Juan Ixhuatepec, conocido coloquialmente como San Juanico, cuyo saldo trágico fue de más de 500 muertos y mil 500 heridos, algunos de los cuales sobrevivieron con mutilaciones…
Idéntica, además, a la adoptada tras la explosión del 22 de abril de 1992 en el Sector Juárez de Guadalajara, provocada por una fuga de combustible que se metió a las alcantarillas, cuya consecuencia fue la muerte de 209 personas; 500 heridos, y 15 mil familias sin hogar.
Lo grave del asunto es que tanto en San Juanico como en Guadalajara, el peligro sigue latente.
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