Las políticas concretas de la ciudad han fomentado las empresas monopólicas y desdeñado las pequeñas y medianas, porque las grandes «estrategias» de obras de relumbrón tienden a recaer en las grandes constructoras, las cuales suelen tener una relación de privilegio con las autoridades centrales de la capital. En vez de promover las pequeñas obras urbanas banquetas, luminarias, bacheo, por ejemplo-, se prefieren las gigantescas y monumentales que, se nos dice, resolverán los grandes problemas del DF: la Línea 12 del Metro, la Supervía Poniente, el segundo piso del Periférico, los metrobuses. Pero sólo unas cuantas empresas pueden figurar en esas licitaciones. El resto de las constructoras o empresas de servicios tienden a vivir con los contratos pequeños que caen como moronas de la mesa de las obras significativas. Pero eso no es lo peor sino que, al pagar los servicios rendidos, las últimas en cobrar son las pequeñas y medianas empresas.
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