Veracruz vive la peor catástrofe natural de su historia. Pero la terrible tragedia social que vive la zona conurbada del puerto de Veracruz a raíz de los efectos del huracán Karl -que se suma a la que siguen padeciendo los habitantes de la cuenca del Papaloapan y las zonas sur y norte de la entidad por efecto de las lluvias previas- no debe verse solamente como una lamentable contingencia natural. Se trata de una combinación de desastres naturales y de un gigantesco desastre social causado en gran parte por la ausencia u omisión del Estado.
Es en las crisis extremas donde salen a relucir la pobreza, la improvisación, la corrupción en las obras públicas, la falta de regulación en el desarrollo urbano y los costos humanos de la impune destrucción de la naturaleza prohijada por la ambición. Más de la mitad de los municipios de Veracruz han sido afectados por los desastres del último mes, y hay cientos de miles de damnificados desesperados ante la pérdida total o parcial de sus escasísimas propiedades, sin expectativa cierta de recuperar en un horizonte previsible sus casas y sus medios de subsistencia. La precariedad de la vida de millones de veracruzanos se exhibe hoy en los medios nacionales como imprevisible y súbita tragedia, cuando en realidad el desastre se ha venido produciendo lentamente a través del tiempo (…)
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