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Desfile de emociones luces y patriotismo

En medio de cuestionamientos sobre lo inconcluso de las obras emblemáticas del Bicentenario y el optimismo desbordado de Alonso Lujambio, secretario de Educación Pública, por la presentación de su «coloso», millones de mexicanos se fundieron en una fiesta de luz y color, sin par, desmedido, impresionante, como no lo hacía desde hace varios años.

Más allá de la polémica por el incumplimiento de las obras de Alonso Lujambio, la fastuosidad del escenario que se montó en la plancha de Palacio Nacional y en el espacio de un Zócalo ampliado, achicó todas las críticas.

La controversia que giro en torno al cambio de coordinador, los proyectos fallidos y no consumados hasta este lo de septiembre así como la opacidad para explicar el destino de los recursos públicos que fueron asignados, fueron aplastados por las ocho toneladas de pólvora que se convirtieron en arte e creatividad, para regalo de los mexicanos y del mundo. Queda pendiente la construcción de la Torre Estela de Luz y el Parque Bicentenario, donde se encontraba la Refinería 18 de Marzo, y el mencionado espectáculo de luces y sonido que la noche del Grito no se presentó en el Zócalo.

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