El residuo orgánico de las mazorcas de maíz es aprovechado por una empresa chilena que tritura el deshecho del cereal y lo convierte en arena para mascotas, productos para pulir metales e incluso aditivos para la perforación petrolífera.
El padre de la idea es Raúl Maffei, un ingeniero agrónomo de 38 años que estudió las propiedades de las mazorcas y en 2010 creó la primera planta sudamericana de reciclaje de los restos del maíz.
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